VIDA SALUDABLE CONSEJOS
No querer ir a clase, traer notas bajas, incluso suspender, responder mal a los demás, tener pocas ganas de hacer las cosas, concentrarse solo en las pantallas, fracaso y absentismo escolar, todo esto pueden ser signos de tener una baja motivación. Actualmente, los niños y adolescentes tienen niveles de motivación por hacer las cosas muy bajos, pues casi todo les resulta una obligación impuesta por aquellos adultos que tienen a su alrededor y disfrutan muy poco al hacer las cosas.
La motivación es el motor de la conducta humana. Existen diferentes necesidades que despiertan en nosotros un interés, que hace que la persona pase a la acción. Cada vez que aparece esta necesidad se rompe el equilibrio de nuestro organismo y se produce un estado de insatisfacción que lleva a que desarrollemos un comportamiento o acción para satisfacer esa necesidad. Una vez esto está resuelto, el organismo vuelve a su equilibrio natural (Carrillo et al., 2009). La motivación, nos va a permitir provocar cambios en nuestra vida en general y en el ámbito escolar. Trasladándonos al contexto escolar, las actitudes, percepciones, expectativas y representaciones que tenga el estudiante de sí mismo, de la tarea a realizar, y de las metas que pretende alcanzar constituyen factores que van a dirigir la conducta del estudiante en el ámbito académico.
La motivación se va a ver influida por factores internos y factores externos. Si nos centramos en los factores internos, el autoconcepto, las emociones y las metas de aprendizaje, van a ser conceptos clave. El autoconcepto va a permitir que ellos conozcan cuales son sus fortalezas y limitaciones por la experiencia y el feedback de padres, profesores y compañeros. Esto va a regular su conducta mediante la autoevaluación de sus capacidades. Por otro lado, la inteligencia emocional, conocer sus propias emociones, saber expresarlas y regularlas. Y por último, las metas de aprendizaje, Según G. Cabanach (1996), se pueden clasificar en “metas de centradas en la tarea” o “metas de ejecución”. En las primeras, los alumnos estarían orientados hacia la consecución de metas extrínsecas como obtención de notas, recompensas, juicios positivos, aprobación de padres y profesores, y evitación de las valoraciones negativas. Y en las segundas, los alumnos se mueven por el deseo de saber, curiosidad, preferencia por el reto o interés por aprender.
Motivar a nuestros hijos es posible sin necesidad de tener un amplio conocimiento de la mente o las ciencias, basta con tener una motivación propia de superarnos como padres y madres y transmitir ese valor. Con la capacidad de fomentar y trasladar el control emocional, valores, una buena autoestima y seguridad en ellos mismos, tenemos la mitad del trabajo hecha.
Bibliografía.
Carrillo, M., Padilla, J., Rosero, T., & Villagómez, M. S. (2009). La motivación y el aprendizaje. Alteridad, 4(1), 20-33.
García, F., J. y Doménech, B. (2002). Motivación, aprendizaje y rendimiento escolar. Docencia, Reflexiones Pedagógicas, 12, 24-36.
Departamento de Orientación
Atrás